Entrevista sobre el libro 30 consejos para una vida feliz

La revista «Hacer familia» publica en su número de marzo de 2020 esta entrevista.


Entrevista con el autor de «30 consejos para una vida feliz»

¿Por qué cree que es importante que tengamos una mente sana?

Porque la felicidad tiene más relación con la mente que con el cuerpo. La mayoría de los sufrimientos se deben a pensamientos, recuerdos, fantasías y percepciones que producen sentimientos negativos como el miedo, la ira, la tristeza, la vergüenza, la envidia, los celos, el rencor, el odio, etc.

¿Qué factores actuales la deterioran?

La falta de tolerancia a la frustración que producen los acontecimientos desagradables, el excesivo miedo a sufrir y la falta de sentido positivo del sufrimiento, que lleva a evitar sufrir con lo que no se pueden superar el miedo a sufrir. A lo anterior se une la exaltación del placer y el bienestar como principal objetivo de la vida, que dura poco tiempo y que impulsa a repetir una y otra vez la conducta placentera, que conduce a las adicciones y dependencias, con la consecuente pérdida de libertad que impide ser feliz.

¿Cómo podemos cuidar nuestra salud mental?

Entrenándonos todos los días en llevar bien las pequeñas contrariedades y problemas, para así poder llevar bien los más grandes. Llevarlos bien supone evitar las quejas, lamentos, enfados y tristezas cuando se sufren esos contratiempos.

Además, es necesario mantener una constante lucha interior por evitar que aparezcan y se mantengan en la conciencia contenidos negativos que producen sentimientos negativos, que hacen sufrir e impulsan a conductas negativas que también hacen sufrir. Esos contenidos pueden proceder de la percepción, recuerdo, imaginación y pensamiento. La voluntad debe expulsar reiteradamente de la conciencia dichos contenidos, pues, cuanto menos tiempo pasen en ella menos intensos y duraderos serán los sentimientos negativos que producen. Y con el tiempo conseguirá que ni aparezcan en la conciencia.

¿Es necesario coordinar corazón y cabeza?

En el lenguaje común se dice que una persona enferma mental es una persona desequilibrada. Y ese desequilibrio consiste en una falta de armonía entre cabeza y corazón, es decir, entre razón y voluntad, por una parte, y afectividad, por otra.

Cuántas personas sufren de modo intenso y frecuente por el conflicto interior entre saber y querer dejar de hacer algo perjudicial para su salud física o psicológica y el miedo a sufrir la abstinencia o la sensación de vacío que deja la pérdida de algo de lo que se dependía para sentirse bien, que les impide dejar de hacerlo.

La paz y alegría interior es consecuencia de la armonía, de la complicidad, entre cabeza y corazón, y se pierden con los conflictos entre ellos, pero también cuando la cabeza se somete a los caprichos de la afectividad, pues la razón es la que conoce el camino de la felicidad y debe ser ella la que marque la dirección.

¿Opina que el mundo nos obliga a ser de una manera que no nos gusta?

El ser humano ha de vivir en concordia con los demás y con el entorno social y ambiental, por ello tiene que aprender a adaptarse a las diferencias de caracteres de los demás, de cultura, de normas y de reglas de interacción. Si no se adapta será rechazado e incluso castigado. Pero es necesario hacer compatible esa adaptación, que muchas veces supone cesiones y concesiones, con mantener la libertad interior, necesaria para vivir una vida feliz. Así pues, conviene adaptarse, pero a base de decisiones voluntarias, no por miedo a sufrir, pues si se actúa por miedo se pierde la libertar.

Afirma que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. ¿Qué quiere decir con esta frase?

Hay personas perfeccionistas o idealistas que, para quererse o que querer a los demás, y así ser felices, se ponen como condición la perfección o el ideal, que son conceptos abstractos e imposibles de lograr en la vida real, pues las cosas y las personas reales no son perfectas o ideales. Y acaban condenadas a una permanente insatisfacción afectiva, que las lleva a estar frustradas, amargadas e infelices, y a transmitir esas emociones a los que les rodean, para consolarse como ya dice el refrán: “mal de muchos, consuelo de tontos”.

La felicidad es consecuencia de amar y ser amado, y lo que se ama es bello, bueno y verdadero, pero no es necesario que sea perfecto. Las personas más amadas son las personas buenas. Aristóteles define a una persona buena como aquella que cuando hace el bien, se siente bien, y procurar hacerlo con frecuencia, y así  se va haciendo buena; que cuando hace el mal se siente mal, y procura evitarlo, aunque no lo consigue siempre, y así evita hacerse mala; que cuando está con gente buena se siente bien, y procura estar con este tipo de personas; y cuando está con gente mala se siente mal, por lo que evita estar con este tipo de personas; y así se va haciendo buena, como afirma el refrán: “dime con quién andas y te diré quién eres”.

¿Por qué nos cuesta tanto aprender a decir que no, a llevar la contraria?

Porque decir que “no” a los demás supone negarse a alguno de sus deseo o necesidades, y les va a hacer sufrir. Y como el sufrimiento puede apagar su estima y su cariño por nosotros, tememos perder su amor, que nos hace felices, y sufrir. Por eso, es frecuente que las personas den su “si” pero luego no cumplan, quedando peor que si dicen de entrada que “no”, porque no crea una falsa expectativa, que hace sufrir más al no cumplirse que el “no” inicial que evita esas expectativas que van a ser defraudadas.

Las personas que por no aprenden a decir “no” cuando debe decir “no” y dicen “si”, vivirán amargadas por estar atrapadas en unas obligaciones que se han autoimpuesto por miedo a sufrir el rechazo y, por lo tanto, sin libertad. Y como dice el refrán: “más vale ponerse colorado una vez, que cien veces amarillo”, que en este caso se traduce por más vale pasarlo mal por decir “no” al principio, que sufrir al ser rechazado por defraudar las expectativas creadas al decir un “si” imposible de cumplir, o por cumplirlo en contra de la propia razón y sin libertad.

¿Cree que dramatizamos demasiado los problemas?

La cultura actual sobrevalora demasiado el bienestar y la calidad de vida, que lleva a maximizar las situaciones que hacen sentirnos bien y minimizar las que hacen sentirnos mal. Con esta actitud las personas rechazan los problemas por ser obstáculos en el camino para obtener lo que hace sentirnos bien. El rechazo conlleva evitar los problemas y de esa manera no se aprende a resolverlos, y los problemas que no se saben resolver son una tragedia para el deseo de disfrutar de la meta que se desea y que está bloqueada por el problema.

Cuando los problemas se ven como una suceso normal y habitual del camino por lograr objetivos valiosos que hacen ser feliz, se enfrentan con una actitud positiva y se aprende a resolverlos, y así se dejan de temer y se puede seguir adelante en la lucha por conseguir los objetivos deseados.

Una manifestación del rechazo y dramatización actual de los problemas es la frecuente costumbre de quejarse y lamentarse de ellos, y de hacerlo de manera airada.

¿Cómo podemos “hacer las cosas bien”?

Es muy bueno hacer bien las cosas porque satisface una necesidad psicológica muy profunda, que tiene como consecuencia el sentirse bien.

Pero para hacer las cosas bien es preciso hacerlo mal un buen número de veces, pues se aprende con errores. Así pues, lograr hacer las cosas bien supone desarrollar una buena tolerancia a la frustración que producen los propios errores para perseverar hasta hacerlo bien. Ayuda a ser perseverante y aumentar la tolerancia a la frustración al error y al fracaso, enseñar a los niños y a los jóvenes a poner el objetivo principal en el trabajo y la lucha perseverante y no en el resultado. Cuando se lucha y se trabaja siempre se mejora y se desarrolla la paciencia necesaria para lograr lo que es difícil, porque es valioso, y por eso hace más feliz conseguirlo que lo que es fácil y poco valioso.

¿Debemos enseñar desde pequeños a los niños a cuidar su mente?

La cultura actual da mucha importancia al cuerpo, y muchas personas ponen mucho empeño en tener un cuerpo diez, pero no hay un interés equivalente por tener una mente diez, y muchas personas están estresadas, deprimidas, preocupadas, acomplejadas, o son envidiosas, celosas, rencorosas, vengativas, etc. La mente diez tiene mucho que ver con la afectividad positiva, es decir con mantener de modo habitual o frecuente la paz y la alegría.

Conviene que los niños aprendan a dar más importancia a su mundo interior que al mundo exterior. Hay que estimularles a luchar con más empeño por el éxito interior, que es la felicidad, que por el éxito exterior para ser estimado y querido por los demás. Hay que hacerles ver que en las competiciones exteriores solo gana uno y todos los demás pierden, por lo que hay más perdedores que ganadores, y si asocian felicidad con éxito exterior, están abocado a la infelicidad. En cambio, tener éxito interior significa no dejarse robar la paz y la alegría por los fracasos, errores, problemas y dificultades exteriores.