De tal estilo de crianza, tal efecto en los hijos

Autor: María SOLANO
Asesoramiento: Fernando SARRÁIS, Dr. en Medicina, especialidad en psiquiatría, y psicólogo

Los estilos de paternidad no sólo definen el comportamiento de los hijos en el presente, sino que marcan cómo serán en su vida adulta. Las preguntas que nos hacemos muchos padres sobre si estamos educando correctamente a nuestros hijos no es banal. Nos va su vida en ello. Seguimos los pasos del profesor Fernando Sarráis, médico y psicólogo, especialista en psiquiatría, autor prolífico de títulos como Temperamento, carácter y personalidad (Ediciones Teconté), que nos explica la influencia del tipo de padres que somos en cómo serán nuestros hijos.


Es una persona caprichosa, acostumbrada a que su entorno le resuelva los problemas. La fuerza de voluntad brilla por su ausencia y la pereza define su forma de ser. Y en su trato con los demás, demuestra egoísmo y una falta patente de empatía. El adulto definido con estas características ha llegado hasta aquí por numerosos componentes que van moldeando su personalidad, pero sin duda habrá sido crucial la educación que le dieron sus padres.

El refrán ‘de tal palo, tal astilla’ tiene un importante trasfondo que la investigación científica en psicopedagogía ha podido desentrañar. El profesor Fernando Sarráis, doctor en medicina, psiquiatra y psicólogo, ha analizado en profundidad los patrones de las relaciones entre padres e hijos y extrae interesantes conclusiones sobre cómo influyen los estilos de parentalidad o estilos de crianza en la forma de ser de los hijos, no solo hoy, sino en el modo en que serán en el futuro.

El estilo de padres que seamos es, hoy, más relevante que nunca porque las circunstancias que rodean a la vida de nuestros hijos –aumento de los horarios escolar y laboral, trabajo fuera del hogar de ambos cónyuges, irrupción de las nuevas tecnologías en los hogares…– parece limitar la capacidad de actuación educativa de los padres. Incluso puede llevar a algunos a esforzarse menos por hacerlo bien, dado que entienden que su influencia será pequeña.

Sin embargo, el planteamiento debería ser el contrario, como explica Sarráis. Precisamente porque los padres no son los únicos que participan del proceso de educación de sus hijos, tienen que hacer un mayor esfuerzo para que, la parte educativa que depende de ellos, esté aún más cuidad.

Por eso es bueno que los padres se interroguen a sí mismos sobre cómo lo están haciendo y que se formen en materia educativa para poder comprender mejor qué formas de relación paternofilial se pueden dar y cuáles son las consecuencias en la educación el carácter de sus hijos.

Las dimensiones de la educación familiar

La investigación académica en materia educativa está trufada de imprescindibles aportaciones que han permitido llevar a cabo una taxonomía, una sistematización, de los estilos parentales. Como en toda clasificación, los límites no siempre están claramente definidos, pero esta estructura permite extraer patrones comunes de comportamiento de los padres y comprender de mejor manera qué consecuencias tienen en el carácter de los hijos. En las diferentes clasificaciones, se suele establecer una gradación entre modelos parentales que van desde los más autoritarios hasta los más permisivos.

Para el profesor Sarráis, una forma visual y sencilla de comprender la clasificación radica en describirla a través de dos dimensiones clave que se evalúan (grado de cercanía y grado de exigencia) y que, en sus distintas combinaciones, dan lugar a cuatro modelos diferenciados de paternidad. Es decir, no se trata de realizar un listado de modelos y sus características sino de definir una serie de rasgos educativos y comprobar las consecuencias de cada una de esas dimensiones en la evolución de los hijos.

Se analizan dos binomios educativos: el que mide el grado de restrictividad o permisividad respecto al comportamiento de los hijos y el que valora la calidez o la hostilidad con la que los padres tratan afectivamente a sus descendientes. De la composición de estos elementos se extrae un diagrama con una clasificación completa. Estas dimensiones son las que se han analizado desde que comienzan las investigaciones en la materia allá por mitad del siglo XX. La diferencia con otros planteamientos precedentes es que en el de Sarráis se prima el análisis de las dimensiones para acabar extrayendo cuatro posibles estilos de paternidad. Y si a estas dos dimensiones que nos dan cuatro opciones se les añaden otras más, nos aportarán más divisiones, pero todas en la misma línea.

Al abordar la perspectiva de los distintos modelos de padres desde el ámbito de las cuatro dimensiones que se analizan, podemos añadir, a las definiciones, el grado en el que se presenta cada dimensión. De esta manera, se solventa el problema de tener que englobar a cada padre en una serie de modelos ya definidos. Permite situar cada modelo educativo en un ámbito más amplio, de modo que podamos afirmar si está por encima o por debajo de la media en determinada dimensión, o si su comportamiento está muy por encima o muy por debajo en cada uno de los elementos analizados.

En los cruces de cada uno de los elementos analizados: relaciones filioparentales cálidas u hostiles, y establecimiento de normas más restrictivo o permisivo, se extraen cuatro modelos generales que permiten aportar una perspectiva a la clasificación de tipos de paternidad: padres autoritarios, padres autoritativos, padres permisivos y padres indiferentes. Los diferentes estudios llevados a cabo en las últimas décadas demuestran que el mejor modelo educativo es el autoritativo, que combina la necesaria autoridad con el grato cercano con los hijos.

RECUADRO 1. Padres autoritativos: exigir desde el cariño

El modelo parental autoritativo es distinto del autoritario, aunque compartan algunos elementos. Ambos muestran un alto grado de exigencia respecto a las normas, es decir, controlan la conducta de los hijos en igual medida. Sin embargo, los padres autoritativos consideran que esas normas están ‘al servicio’ de la correcta formación de sus hijos, es decir, por su bien.

Esta combinación implica que la exigencia está compaginada con altas dosis de cariño, dos términos que no son en absoluto opuestos. Para mantener el grado de exigencia, es posible que haya que frenar malas conductas, pero el padre autoritativo nunca empleará los castigos severos precisamente por esa cercanía y comunicación con los hijos.

La exigencia desde el amor en el modelo autoritativo se aplica de manera distinta a lo largo del tiempo porque este tipo de padres quiere dotar a los hijos de mayores cotas de libertad para que vayan administrando correctamente su responsabilidad. Eso implica que las normas serán cada vez menos porque dejarán de ser necesarias.

Sumario

Los padres autoritativos consideran que esas normas están ‘al servicio’ de la correcta formación de sus hijos, es decir, por su bien.

 

RECUADRO 2. Padres autoritarios: la imagen del hijo perfecto

El modelo de paternidad autoritaria, muy extendida en las generaciones precedentes, combina altos grados de exigencia con una relación poco cálida. Es decir, la exigencia no procede de la voluntad de los padres de ayudar a los hijos sino de conseguir que sean lo que ellos tienen por hijo perfecto. Las reglas se convierten en un fin, no en un medio.

Como la exigencia no se produce por cariño, tampoco la corrección se hace con cariño, lo que motiva que las correcciones sean demasiado estrictas, no porque no se ha hecho lo que los padres querían sino porque se considera una afrenta el saltarse las normas.

La diferencia entre este modelo educativo y el autoritativo, que resulta más beneficioso para la formación del carácter de los hijos, se sitúa en el plano de las relaciones humanas. Mientras que en los padres autoritativos son cálidas, en los padres autoritarios tienden a la hostilidad. Es decir, se reduce la comunicación entre padres e hijos y las explicaciones al cumplimiento de normas se pueden restringir a un “porque aquí mando yo”.

Si las reglas son un fin, hay pocas opciones para que esas normas se relajen o se modifiquen a lo largo del tiempo en función de las circunstancias. Es decir, no dotan de responsabilidad y autonomía a los hijos porque no les dejan ir creciendo en libertad a medida que asuman mejor las normas.

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La exigencia no procede de la voluntad de los padres de ayudar a los hijos sino de conseguir que sean lo que ellos tienen por hijo perfecto.

 

RECUADRO 3. Padres permisivos. Cuando el amor es equivocado

En el otro extremo del gráfico se encuentran los padres que pecan de excesivamente permisivos. Aquí podemos encontrarnos con dos modelos educativos: aquellos que no ponen normas porque lo malinterpretan como una falta de cariño, no les quieren decir que no a nada, y aquellos que realmente no se preocupan demasiado por la educación y por eso no establecen límites.

Los padres permisivos interpretan de manera equivocada el concepto de exigencia como si fuera una falta de amor hacia los hijos. El problema procede del concepto del bien de los hijos, que no implica dejarles hacer lo que quieran sino lo que sea bueno para ellos.

El problema de fondo de este modelo de parentalidad es que los padres no permiten el desarrollo de una correcta autonomía en los hijos, puesto que tienden a solucionar todos sus problemas. Cifran las muestras de cariño a los hijos en la idea de que no se frustren.

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Los padres permisivos interpretan de manera equivocada el concepto de exigencia como si fuera una falta de amor hacia los hijos.

 

RECUADRO 4. Padres indiferentes. La falta total de compromiso

Este modelo de parentalidad tiene una marcada carencia en las dos variables que se han analizado: tanto respecto a la exigencia en el cumplimiento de determinadas normas como al grado de cercanía y cariño con los hijos. Estos padres no exigen, pero no es por miedo a la frustración sino porque no les importa demasiado lo que hagan sus hijos, no se implican en su educación ni se preocupan por su formación, de modo que no se toman la molestia de acotar el terreno de juego.

Si los padres permisivos presentaban un conflicto entre amor y exigencia por una idea equivocada de que no se exige a quien se ama, aquí no se produce tal conflicto. No hay muestras de cariño y no hay tampoco una exigencia.

Esta falta de cariño y exigencia puede no estar motivada por una desidia total de los padres hacia sus hijos. Puede ser fruto de una jerarquización incorrecta de las prioridades fundamentales. Así, podemos encontrar padres indiferentes en aquellos que están demasiado volcados en el trabajo, incluso cuando se esfuerzan laboralmente por dar lo que consideran una vida mejor a sus hijos.

Sumario

La falta de cariño y exigencia puede ser fruto de una jerarquización incorrecta de las prioridades fundamentales.

 

RECUADRO 5. De aquellos lodos vienen estos polvos

En ocasiones circunscribimos el alcance de los modelos educativos a las consecuencias que tienen en niños y adolescentes. Nos fijamos en exceso en cómo se comportan en clase, en casa o con los amigos, pero no solemos pensar en los efectos futuros de estos modelos educativos.

Pensemos, por ejemplo, en personas que muestran una permanente actitud de rebeldía que a veces se vuelve agresiva. Esta forma de comportarse puede proceder de dos modelos que en principio nos parecen antagónicos: tanto el autoritario, con exceso de normas y falta de cariño, como el permisivo, con mucho cariño y pocas normas. Las manifestaciones pueden ser diferentes, los permisivos tiende a dar más rienda suelta a sus impulsos porque sus padres les dejaban hacerlo todo. Los autoritarios tienen dificultades para vivir por sí mismos, tienen miedo de tomar decisiones y son irritables.

El peor de los escenarios es el de los hijos de padres indiferentes puesto que conjugan los elementos más negativos. De estos modelos parentales pueden salir adultos que solo sepan actuar por impulsos, marcados por el egoísmo y la frialdad como pautas de comportamiento. De hecho, los estudios relacionan este tipo de paternidad con tasas mayores de delincuencia.

Frente a este extremo con poca exigencia y poca cercanía de padres e hijos, se encuentran los padres autoritativos, los que exigen desde el amor. Normalmente tenderán a comportarse como personas menos sumisas y más capaces de solventar los problemas. Tienen un mayor control de sus propias emociones y eso incrementa su equilibrio psicológico.

Sumario

De los padres indiferentes pueden salir adultos que solo sepan actuar por impulsos, marcados por el egoísmo y la frialdad como pautas de comportamiento.