El estrés, la fe y los psicofármacos

Entrevista para Mundo Cristiano

1. En el libro usted parece que trata problemas psiquiátricos en diversos ámbitos: la familia, educación, matrimonio, trabajo, el sueño… ¿Qué le ha llevado a compendiarlos?

El libro “Temas de psicología práctica” consta de 16 temas que son conferencias que he impartido en los últimos  años y han tenido buena aceptación.

He querido recogerlas por escrito en un libro porque “las palabras se las lleva el viento” y la memoria es traicionera y olvida pronto. “Lo escrito, escrito queda” y permite releerlo con calma hasta asimilarlo.

Los temas expuestos me parecen relevantes para la salud mental un tanto descuidada en las últimas décadas, desplazada por la preocupación por la salud física y por la idea –puesta en práctica- de que el éxito en la vida conlleva la felicidad y, por tanto, lo importante es triunfar en el campo profesional y social, aunque su intento produzca estrés intenso y crónico.

En los 30 años que llevo de dedicación a la psiquiatría y a la psicología he comprobado repetidamente que el éxito en el mundo exterior no está unido unívocamente al éxito interior, es decir, a la felicidad.

Resumiendo, se puede decir que los 16 temas tratan de dar ideas prácticas sobre aspectos importantes del funcionamiento familiar, la educación y la salud mental. He tratado de exponer esas ideas de manera breve, sencilla y concreta con el objetivo de prevenir los problemas de relación y de salud mental más frecuentes en los miembros de una familia: esposos, hijos y abuelos. Hay que tener en cuenta que estos problemas causan un enorme sufrimiento en los sujetos que los padecen y en las personas de su entorno, y “más vale prevenir que curar”.

2.¿El recurso al psiquiatra es para personas que están muy enfermas? Y en este sentido ¿Qué vaya a un psiquiatra es ponerle “bajo sospecha”?

En los últimos años es más normal, habitual y menos estigmatizante acudir a un psiquiatra y a un psicólogo, incluso en los casos de niños problemáticos.

Por otra parte, en la sociedad actual, que tiene como objetivo el bienestar y la calidad de vida, se fomenta esta búsqueda de ayuda psicológica para evitar el sufrimiento, y el psíquico es más grave que el físico.

Quedan personas, más bien mayores, que siguen teniendo prejuicios respecto a profesionales de la salud mental, pues piensan que todo se arregla con empeño, con fuerza de voluntad. Hay otras personas que tiene prejuicio porque ha visto la cara negativa de las enfermedades mentales, aquellas incurables, incapacitantes e incluso con un final negativo como puede ser el suicidio, a pesar de muchas consultas a psiquiatras y psicólogos. Pues no aceptan que también entre las enfermedades mentales hay algunas incurables y de mala evolución como entre las enfermedades físicas. También, algunos malos especialistas de la salud mental, que los hay como en toda profesión, han contribuido a que haya personas con prejuicios.

Hay una gran mayoría de personas que han visto como amigos, familiares y conocidos han recibido una ayuda eficaz para sus problemas psicológicos por los profesionales de la saluda mental, y el prejuicio social se va diluyendo en la población general.

Hay que reconocer que el gran avance en el éxito terapéutico de las enfermedades mentales más habituales como los trastornos de ansiedad y la depresión, se deben a la aparición, a partir de 1950, de  medicamentos muy eficaces y cada vez con menos efectos secundarios. También ha mejorado mucho las técnicas de terapia psicológica, comúnmente llamada “psicoterapia”, aunque su efecto es a más largo plazo que la farmacoterapia.

3. ¿En qué medida la fe cristiana puede ayudar a superar trastornos psicológicos o psiquiátricos?

Existen algunas enfermedades mentales que por tener una base biológica requieren básicamente un tratamiento farmacológico para curarse o mejorarse. En estos casos, la creencia cristiana de que el sufrimiento puede tener un valor sobrenatural, si se lleva con aceptación para unirse al sufrimiento redentor de Jesucristo y para reparar por los pecados propios y ajenos, puede aliviar ese sufrimiento. Pero no excluye la obligación moral de buscar un remedio a ellos por tener que cuidar el talento de la salud y cumplir la tarea para la que se está en el mundo. Aunque para algunos enfermos crónicos, esa tarea sea la de sufrir la enfermedad con resignación.

Muchos enfermos creyente con depresión grave no come suicidio porque saben que es una ofensa grave a Dios y pueden conllevar la condenación eterna. Convicción que muchas veces no es cierta pues la responsabilidad del suicidio de estos enfermos está muy reducida o anulada.

Las enfermedades mentales más frecuentes tienen que ver con una manera de ser vulnerable o frágil, consecuencia de una manera de vivir que ha producido ciertos hábitos negativos que producen ansiedad, estrés, preocupación, temor, consumo de sustancias, sufrimiento de modo habitual, que al cabo del tiempo romperá la resistencia y equilibrio psicológico. En estos casos, la doctrina cristiana, que conlleva una manera de vivir buena, puede servir para orientar el camino de la corrección de los defectos de personalidad, y para prevenirlos en las personas jóvenes.

Se puede afirmar que la vida cristiana es una sabiduría de vivir que facilita la felicidad, aunque puede resultar difícil de vivir en un principio por la falta de hábito: siempre es más fácil, a corto plazo, hacer el mal que el bien.

4. ¿Un buen cristiano puede sentirse deprimido?

Creo que lo dicho hasta ahora deje suponer que la respuesta es afirmativa. Un buen cristiano puede deprimirse como puede tener un cáncer, pues hay depresiones de origen biológico o endógeno. Hay otras depresiones por defectos de la personalidad, por un predominio de la afectividad sobre la razón y la voluntad, que suelen tener como origen una educación defectuosa, y que en el libro ser concreta de modo detallado. La depresiones relacionadas con la vulnerabilidad de la personalidad se han denominado “depresiones neuróticas” (ahora “Distimia”) y “depresiones reactivas” (ahora Trastornos de adaptación.

La fe no suple a la biología ni a la educación, aunque puede ser de gran ayuda para llevar el sufrimiento con menos sufrimiento y sin desesperación que es la situación más relacionada con el suicidio. También, la fe puede ayudar a la correcta educación de la personalidad.

La distinción entre los aspectos biológicos, psicológicos (afectivos en gran medida) y espirituales del ser humano es muy conocida desde hace años por los formadores espirituales y por los profesionales de la psicológica, y no conviene crear confusión pues redunda en perjuicio de los sujetos individuales.

5. Desde su consulta, ¿cuáles son los problemas más frecuentes que impiden que la gente sea feliz?

No es fácil hacer un breve elenco de esos problemas, pero lo voy a intentar. Los dividiré en dos apartados: uno hace referencia a los problemas del mundo exterior que son a los que con más frecuencia se atribuye el sufrimiento; otro apartado es el de la actitud habitual de las personas que con más frecuencia les hace sufrir.

En el primer apartado están los problemas familiares, laborales y sociales o de relación con los demás. Son tres áreas muy importantes para el ser humano. Los problemas o dificultades en este apartado tienen un gran impacto negativo en los que los sufren. Algunos ejemplos de estos problemas son: la violencia familiar, las rupturas familiares, las enfermedades graves o muertes de los seres queridos, el paro, los fracasos académicos y laborales, los conflictos con compañeros y colaboradores, el bullying, el mobbing, las rupturas sentimentales y de amistad, la marginación, la soledad, el abandono, la carencia afectiva.

En el segundo apartado, el de las actitudes personales, destacaría las siguientes: las prisas, el estrés, las preocupaciones, el miedo a sufrir, el sentimiento de soledad, el pesimismo, la desconfianza, la irritabilidad o tendencia al enfado, la envidia, los celos, la vergüenza, y, en general, dejarse producir emociones negativas de modo habitual, pues el mejor antídoto para evitar sufrir es no perder nunca la paz y la alegría interior.

6. ¿Ha tenido casos de adicciones a las nuevas tecnologías? ¿Cómo se afrontan?

Todas las adicciones, al suponer una pérdida de la capacidad de autocontrol voluntario de sí mismo, reduce la libertad e impide la felicidad. Todas las conductas adictivas suponen dar prioridad a la afectividad sobre la razón y la voluntad pues buscan obtener sensaciones agradables a corto plazo aunque conlleven a una insatisfacción y amargura a medio y largo plazo.

Las adicciones tienen un mal pronóstico, que está en función del tiempo que dura la adicción –peor cuanto más tiempo-, porque no existen pastillas para aumentar la voluntad para decir que “no” a la conducta de adicción. Sólo un largo entrenamiento de la voluntad en tareas que requieren esfuerzo puede hacerla fuerte. Y este largo proceso no va con el gusto de las personas adictas de conseguir sentirse bien, o no sentirse mal, inmediatamente.

Yo no me dedico a tratar las adicciones y por eso no veo paciente con adicción a las nuevas tecnologías. Hoy por hoy, siguen siendo más frecuentes las adicciones al tabaco, al alcohol, a las drogas y al sexo.

Las encuestas realizadas con jóvenes ponen de relieve la gran cantidad de horas que dedican al uso de ordenadores, tablets, smartphones y videoconsolas para jugar a videojuegos, juegos de estrategia, chatear, y para ver series, videos y pornografía. Esta excesiva dedicación sugiere la existencia de adicciones a esas tecnologías, pero para confirmarlas habría que analizar una característica importante de las adicciones: la repercusión negativa en la vida ordinaria de esos jóvenes como son el fracaso académico y el aislamiento social. Quizá sea esta una de las causas del generalizado mal rendimiento académicos de los jóvenes españoles señalado por el informe PISA.

El abuso de la tecnología, para lograr sensaciones y emociones agradables como método de evasión de las vivencias desagradables y del sufrimiento de la vida ordinaria, influye negativamente en el desarrollo de la personalidad de los jóvenes y desequilibra la de los adultos, al hipertrofiar la afectividad y atrofiar la razón y a voluntad, favoreciendo la aparición de enfermedades mentales, especialmente los trastornos afectivos y de ansiedad.

Sigue estando vigente en el trasfondo cultural de la sociedad occidental las ideas de Rouseau sobre la bondad natural del niño y del joven, que lleva a abandonar a los jóvenes a los impulsos de sus instintos naturales, supuestamente buenos por ser naturales, con el consiguiente aumento del permisivismo educativo debido a una notable disminución del control y autoridad de los educadores (padres, maestros y agentes sociales). Esta misma actitud está favoreciendo también las adicciones de los niños y jóvenes a las tecnologías y a las sustancias.

Por lo tanto, la estrategia más adecuada es la prevención y pasa por el control de las conductas de riesgo adictivo y una educación dirigida al autocontrol mediante un desarrollo de la voluntad en tareas costosas.

7. En su epilogo, usted reflexiona sobre la importancia crecer interiormente, más que de cara al exterior. ¿Por qué nos fijamos más en lo exterior que en lo interior? ¿Es una tendencia imposible de vencer?

La fuerza de los sentidos es muy grande. La vista, el tacto y el oído, sobre todo, aportan informaciones con gran impacto afectivo de modo instantáneo. Además, el sujeto tiene que realizar poco esfuerzo para percibir por los sentidos y logra una gran recompensa en forma de sensaciones emocionales. Se ha llamado a esta generación la generación audiovisual.

Por el contrario, para lograr satisfacciones interiores, que son más profundas y permanente, se requiere gran esfuerzo y tiempo, como ocurre con el proceso de conocimiento de la realidad que realiza la razón y el desarrollo de destrezas y del control del mundo exterior y de uno mismo mediante el desarrollo de la voluntad.

Hay varios factores que han confluido para centrar la atención de gente en el dominio del mundo exterior y descuidar el enriquecimiento interior. Citaré algunos de estos factores: 1) los mensajes que la publicidad sobre la posibilidad lograr cosas deseadas y gratificantes sin esfuerzo: “aprenda idiomas sin esfuerzo”, adelgace sin pasar hambre”; 2) los mensajes en los medios de comunicación sobre la excelencia de buscar la comodidad, el bienestar, el lujo, y de búsqueda de calidad de vida en el sentido de aumentar el placer y disminuir el sufrimiento; 3) el culto al éxito en el mundo exterior como fin principal de la vida (deporte, política, trabajo, artes, cultura), que se produce la admiración y el afecto de los demás; 4) el culto a la apariencia física: belleza, elegancia, el fitness, el adorno corporal, los complementos, los medios tecnológicos y los coches.

Estos logros producen emociones agradables y rápidas, pero superficiales y pasajeras, que impulsan a la repetición adictiva y que dejan una sensación de vacío interior e insatisfacción crónica, porque todos estos objetivos hacen que se ponga toda la atención en el mundo exterior y se olvide la persona interior.

8. Respecto al estrés ¿hay alguna receta fácil para ayudar a combatirlo?

Las recetas muy elaboradas son imposibles de cumplir, en cambio las sencillas son las más eficaces, por eso voy a tratar de exponer algunas recetas sencillas para combatir el estrés.

A mis paciente estresados les suelo decir que como soy médico debo prohibirles algunas cosas con el fin de que vivan tranquilos y mejoren su salud física y psíquica, pues el estrés afecta negativamente a ambas. Se suele decir que los médicos siempre prohíben algo.

Son cuatro las prohibiciones que hago a las personas estresadas: las prisas, los enfados, las preocupaciones y el miedo a sufrir. Estos hábitos son muy frecuentes en esas personas. Con estas  prohibiciones busco prevenir el estrés, pues me parece más importante que tratarlo con las medidas relajantes que mucha gente ya conocen, pero que no saca tiempo suficiente para ponerlas en práctica.

Si una persona consigue evitar estos hábitos está inmunizado o vacunado contra el estrés de la sociedad occidental actual.

9. Hay personas que sienten pavor a tomar psicofármacos ¿qué les diría?

El pavor a algo siempre supone padecer una fobia, que es una enfermedad mental y, al ser un miedo extremo, dificulta el funcionamiento racional y voluntario del individuo que lo padece. Los miedos avisan al sujeto de un peligro, pero es la razón la que tiene que juzgar si ha de tener en cuenta ese peligro y si tiene que actuar para evitarlo o no. Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, es decir, peligros, pero se consumen abundantemente en nuestra sociedad sin que los que lo hacen tenga miedo a ellos. Lo mismo ocurre con los psicofármacos.

Cuando alguno de mis paciente expresa ese temor, les digo que estamos rodeados de personas que fuman más de un paquete de tabaco al día durante años, beben una buena cantidad alcohol al día, por no decir la cantidad de jóvenes que se emborrachan los fines de semana o  fuman porros a diario. Además es frecuente  que mucha gente toma por su cuenta analgésicos, antigripales, antibióticos. Todas esas personas no se preocupan del riesgo que están corriendo cuando en muchos de los casos el efecto perjudicial es mayor que el de los psicofármacos.

Esta temor en algunos casos procede de haber visto enfermos mentales graves, como los psicóticos, que precisan dosis altas de antipsicóticos o neurolépticos que producen una facies como de están drogados o atontados. Estos medicamentos no los más usados, pues los más usados son los antidepresivos, los ansiolíticos y los hipnóticos, que a las dosis adecuadas no producen ninguna apariencia de están bajo el efecto de drogas.

Puedo afirmar con seguridad que los psicofármacos, incluso los antipsicóticos, bien indicados para resolver la ansiedad, la angustia, la tristeza patológica, el insomnio y otros  problemas mentales, tiene un balance costo-beneficio muy positivo, pues el daño de esos síntomas es mucho mayor que los efectos secundarios de la medicación a corto y largo plazo. Este hecho se viene comprobando por el uso de esta medicación durante más de 60 años.

Puede ser que alguna persona esté interesada en conocer cuales son los principales efectos negativos de los psicofármacos para evitar ese “pavor” que comentamos, para ellos expondré los  principales efectos secundarios.

  1. A corto plazo, antes del  proceso de acostumbramiento, pueden producir ligera somnolencia diurna, disminución de la velocidad de reacción a los estímulos que se llama disminución de los reflejos por lo que puede dificultar la utilización de herramientas de precisión y la conducción, aunque no se prohíbe estas conductas si el sujeto se siente seguro en su manejo.
  2. A medio plazo pueden producir aumento significativo de peso por aumento del apetito.
  3. Durante todo el tiempo de su uso, la mayoría de los antidepresivos y antipsicóticos suelen producir sequedad de boca, estreñimiento, temblor ligero de manos, pequeños despistes y olvidos, y alteraciones de la función sexual.

Los psicofármacos han sido el gran avance realizado en el tratamiento de la mayoría de las enfermedades mentales y la razón principal por la que los enfermos graves desde mediados del siglo pasado no tienen que pasar su vida o gran parte de ella internados en una institución psiquiátrica.

Es verdad también lo que muchas personas achacan en contra de los psicofármacos al decir que no es la solución de muchas de los trastornos mentales, pues muchos de ellos se deben a malos estilos de vida, a alteraciones de la personalidad o falta de habilidades psicológicas para ser más realista o para adaptarse mejor a la realidad. Estos problemas precisan una reeducación psicológica que es la que se busca con otra terapéutico que ha adquirido mucho auge en los últimos años: la psicoterapia. Pero esta terapia es compatible y en muchos casos sinérgica con los psicofármacos, que por su acción más rápida pueden poner al sujeto en mejores condiciones para beneficiarse de la psicoterapia.