El miedo es el gran enemigo de la libertad humana

Revista “Odontólogos de hoy”.  María José García.

El Doctor Fernando Sarráis (Mérida, 1958), es especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra. Es, asimismo, Profesor de Psicopatología de la Educación y Psicología Social en la Universidad de Navarra y ha encontrado en la literatura su mejor aliado para la transmisión de su conocimiento. Su último libro “El Miedo” es un ensayo sobre las particularidades de este sentimiento.

“Odontólogos de Hoy”: Usted, además de especialista en psiquiatría de la Universidad de Navarra, es autor de varios libros y diversas publicaciones científicas. ¿Qué le aporta la literatura a su faceta profesional como psiquiatra?

Fernando Sarráis: A medida que voy acercándome al final de mi etapa profesional, va creciendo en mí el deseo de trasmitir a otras personas el conocimiento adquirido durante muchos años de estudio, docencia y asistencia a cientos de pacientes. Y así ayudar a más personas a aliviar el gran sufrimiento que producen las enfermedades mentales; prevenir los problemas de personalidad motivados por una insuficiente educación y una manera de vivir equivocada; dar consejos de higiene mental para mantener de modo habitual la tranquilidad y el buen humor; y enseñar cómo funciona el psiquismo humano normal y patológico a las personas interesadas en este campo. La literatura me ha dado la oportunidad de canalizar ese deseo mío.

Me he pasado gran parte de mi vida profesional dando consejos a mis pacientes y he explicado a varias generaciones de alumnos esos conocimientos, pero las palabras se las lleva el viento, y se borran fácilmente con el olvido; mientras que lo escrito, escrito queda.

ODH: Su último libro se llama “El miedo”, qué le motivó a escribir sobre ello? ¿Considera que la sociedad moderna sufre de “miedo”?

F.S.: Todas las emociones tienen su finalidad positiva. El miedo avisa de un peligro para el bienestar físico o psíquico de las personas. Pero en un sujeto sano las emociones y sentimientos deben estar controladas por la razón y la voluntad, que son las funciones psíquicas más específicas del ser humano. Si esto no es así, el miedo pasa a ser anormal o patológico, y las personas pueden sufrir trastornos de pánico, fobias y tener una personalidad temerosa, que produce un sufrimiento intenso y permanente.

El miedo es el mayor enemigo de la libertad humana, pues impide hacer muchas cosas importantes y que producen gran satisfacción afectiva, pero que hacen sufrir mientras se lucha por hacerlas, porque son difíciles y cuestan esfuerzo, y no hay seguridad de lograrlas.

ODH: ¿Cuál es su concepto de felicidad, y cómo podemos a aprender a ser felices?

F.S.: No hay una definición universal de felicidad. Cada persona podría dar la suya particular. Yo voy a dar la mía, que la he comentado a muchas personas y, por ahora, no me han dicho que esté equivocado. Como lo más propio del ser humano es la razón y la voluntad, la felicidad tiene que ver con estas dos facultades: es la manera de sentirse cuando se hace lo que se debe hacer, que lo dice la razón; y hacerlo porque nos da la gana –libremente–, que es un querer –un amor– de la voluntad.

El enemigo es la afectividad negativa, que impulsa a hacer cosas que hacen sentir bien, o no sentirse mal, a corto plazo; aunque a medio o largo plazo produzcan infelicidad en forma de sentimientos de culpa, vergüenza, frustración, porque se trata de cosas juzgadas por la razón como malas o inadecuadas. En estas personas la afectividad puede llegar a engañar sistemáticamente a la razón en su juicio de lo que debemos hacer (autoengaños), o impedir que la voluntad haga eso que se debe hacer.

Se precisa un entrenamiento continuado de la voluntad en controlar la afectividad de modo habitual, para conseguir que le guste lo que la voluntad quiere porque es juzgado por la razón como algo bueno para uno mismo y para los demás.

La voluntad quiere lo bueno porque produce felicidad. Así pues, la felicidad es también consecuencia del amor, que es el acto más fuerte de la voluntad; y que lleva a hacer cosas buenas para conseguir la correspondencia de amor. Amar y ser amado, con obras, es la fuente de la felicidad.

ODH: Por otro lado, el sufrimiento es otra gran realidad de nuestra vida. ¿Estamos preparados para afrontarlo?

F.S.: Siguiendo con la respuesta anterior:cuando se ama se siente gran felicidad pero también se sufre.

Amar supone sufrir, es como una moneda que tiene una cara y una cruz. Hay que saber sufrir –con buen humor– para poder amar mucho y ser muy feliz. Aprender a sufrir, para no sufrir tanto que se decida no amar. Este aprendizaje es como hacer callo en una mano para no tener más ampollas, como estar en forma para no tener más agujetas. Pero todo aprendizaje exige un periodo de esfuerzo, de sufrimiento, que se ha de llevar bien –poner buena cara al mal tiempo– para desarrollar el hábito o el acostumbramiento, y no el rechazo o la fobia.

Hoy en día está de moda sufrir para tener un cuerpo diez, pero no para tener una psique diez. Esto hace que haya más personas psicológicamente frágiles, vulnerables, débiles, que huyen del sufrimiento por miedo a sufrir. Esto impide amar con intensidad y permanentemente. Con lo que ha aumentado la insatisfacción y frustración existencial, que lleva a recurrir a las sustancias químicas y al placer de los sentidos para evadirse de ellas; dando lugar a adicciones que quitan la libertad. Y con el tiempo, acaba produciendo depresión, que es lo opuesto a la felicidad.

Se dice que las personas que saben sufrir tienen buena tolerancia a la frustración. En los últimos años, se dice que tiene “resiliencia”, que viene a ser aguante, resistencia y capacidad de superar los sucesos que hacen sufrir. Este aprendizaje es más fácil si se empieza desde niño y consiste en evitar las quejas, lamentos, enfados y tristezas interiores cuando se sufre. Esto supone desarrollar una fuerte voluntad para controlar la afectividad y mantener la paz y alegría en medio de los sufrimientos.

Al menos, de la mayoría de los sufrimientos, que suelen ser pequeños.

ODH: En otro de sus estudios científicos analiza el insomnio como patología muy implantada en la población. ¿Cuáles son las principales causas de estas alteraciones del sueño? ¿Cómo influyen en el comportamiento del ser humano y en su día a día?

F.S.: La causa más frecuente de insomnio, sobre todo del insomnio crónico, es el malestar psicológico: preocupación, ansiedad (estrés), angustia, tristeza, miedo, y otras emociones negativas intensas (envidia, celos, ira). Este malestar es habitual en personas con una personalidad dominada por la afectividad y por ello hipersensible.

Se suele decir que para dormir a pierna suelta hay que tener la conciencia tranquila. Es decir, hay que irse a la cama tranquilos y contentos, para ello hay que evitar que las cosas negativas del pasado, presente y futuro, nos roben esa tranquilidad. Solo las personas psicológicamente fuertes pueden hacer esto de modo habitual.

La noche depende del día. Para dormir bien de noche, hay que vivir bien por el día. Si por el día se van acumulando emociones y sentimientos negativos, por la noche no se puede dormir bien.

En segundo lugar son causa de insomnio aquellas enfermedades o molestias de origen físico, que se acompañan de sensaciones molestas, que no le permiten la relajación previa al sueño o le despierta varias veces durante la noche. Ahí estarían aquellas enfermedades físicas que producen dolores, fiebre, sensaciones físicas desagradables como las parestesias, picores, hormigueos, etc.

En tercer lugar están los insomnios relacionados con la toma de sustancias.

Los estimulantes (café, refrescos de cola, chocolate, etc.) tomados por la tarde-noche pueden producir insomnio de conciliación. El alcohol produce alteraciones del sueño con insomnio de mantenimiento (frecuentes despertares) y sueño superficial.

Los individuos que toman estimulantes legales o ilegales, o los que abusan de sustancias tranquilizantes, pueden presentar insomnio también como efecto de la abstinencia de esas sustancias. Lo mismo ocurre cuando una persona suele tomar medicación para dormir y un día no tiene la medicación, ese día probablemente no dormirá.

En cuarto lugar están las causas de insomnio por circunstancias ambientales: ruidos, calor, olores, dureza del colchón, etc. El insomnio está presente mientras esas circunstancias ambientales permanecen o hasta que el sujeto se habitúa a ellas.

Es importante conocer la causa del insomnio para solucionar el problema desde la raíz, pero hay que saber también que existe un número reducido de casos en los que no se puede saber la causa del insomnio, estos se llaman insomnios esenciales o funcionales, y su tratamiento será únicamente sintomático, generalmente con medicación hipnótica.

Como el sueño es el método humano para descansar física y psíquicamente. Y como las emociones negativas producen tensión y cansancio psíquico. Si no se duerme, persisten esas sensaciones negativas, que producen otras nuevas emociones negativas como la ira, tristeza, frustración, que influyen negativamente en las funciones cognitivas: se perciben solo problemas o defectos en los demás, se pierde la ilusión y la esperanza de cosas buenas; se pierde energía de la voluntad para hacer lo que se debe; cuesta concentrarse y memorizar; aparecen ideas obsesivas negativas; etc.

Esta situación empeora el estado de ánimo durante el día y el insomnio nocturno, creando un círculo vicioso difícil de resolver sin medicación y sin psicoterapia.

Las consecuencias negativas a medio y largo plazo del insomnio no tratado son: algunas enfermedades psíquicas (ansiedad y depresión), varias enfermedades físicas, por descenso del sistema inmunológico, o defensivo por el estrés crónico que produce, y algunos trastornos de conducta de tipo adictivo (comida, alcohol, tabaco, sexo, etc.).

ODH: ¿Dormimos lo suficiente?

F.S.: Hay una especie de creencia o queja generalizada de que se duerme poco. Es verdad que el insomnio es frecuente, pero muchas personas los resuelven con medicación. Otros lo intentan resolver con alcohol, pero es peor el remedio que la enfermedad. Me opinión es que la mayoría de las personas, incluyendo los jóvenes a los que le encanta la noche, duerme suficiente. Sí estoy de acuerdo en que se duerme poco por las noches, pero este déficit, la mayoría de las personas, lo suple durmiendo por el día en forma de siesta o cabezadas. Así pues, pienso que se duerme suficiente pero con desorden. Si no fuese así, habría muchos más problemas de salud, pues el sueño es necesario para la salud psíquica pero también física.

ODH: Nuestra siesta. ¿Es tan mala o tan buena como se dice según quien lo explique?

F.S.: Para nosotros, con el horario que tenemos, es muy buena. Pero siempre que sea corta, entre 20 y 40 minutos. Pues supone recuperar parte del sueño escaso de la noche y es un momento de relax para descender el estrés con el que viven hoy muchas personas, y evitar llegar a casa por la tarde con mucha tensión que predispone a conflictos y discusiones familiares; a susceptibilidades y sentirse heridos por pequeñas cosas; y a realizar conductas de evasión malas para la salud como es beber, fumar y comer. Además, como tensión continua cansa, la siesta es un momento de descanso para poder trabajar mejor por la tarde, tanto en el trabajo fuera de casa, como en el trabajo de casa.

Hay muchos trabajos experimentales que han comprobado los beneficios de la siesta para la salud física y mental.

ODH: ¿Cuáles son sus recomendaciones para dormir bien?

F.S.: En caso de padecer insomnio por primera vez, no hay inconveniente en tomar infusiones de tila, valerianas u otras hierbas relajantes ya que son inocuas y ayudan a dormir mejor. Si pide al farmacéutico alguna pastilla para dormir, quizás le dé algún antihistamínico pues tiene seguridad que no será perjudicial y producen somnolencia, pero al poco tiempo sus efectos remiten con el uso.

La mayoría de los aparatos que emiten ondas, u otros aparatos que se anuncian con propiedades para dormir mejor, actúan en general por su efecto placebo. No hay estudios que corroboren su eficacia.

En caso de insomnio ligero pueden ser eficaces las medidas de higiene del sueño. Antes de usar fármacos para el insomnio, se recomienda aplicar las pautas de higiene del sueño:

  1. Despertarse y acostarse todos los días a la misma hora.
  2. Limitar el tiempo diario en cama al tiempo necesario de sueño (7,5-8 horas).
  3. Suspender las sustancias con efecto activador o estimulador del SNC.
  4. Evitar largas siestas durante el día.
  5. Realizar ejercicio físico, evitando que se realice en las últimas horas del día por su efecto excitante.
  6. Evitar actividades excitantes en las horas previas a acostarse.
  7. Realizar baños de agua a temperatura corporal por su efecto relajante.
  8. Comer a horas regulares y evitar comidas copiosas cerca de la hora de acostarse.
  9. Practicar ejercicios de relajación antes de acostarse.
  10. Mantener condiciones ambientales adecuadas para dormir: temperatura, ruidos, luz, dureza de la cama.

Si después de aplicar estas medidas, no se consigue dormir como siempre, se debe consultar al especialista. Pero no conviene obsesionarse con dormir de modo ideal y dormirse inmediatamente, pues esto produce ansiedad que empeorará el problema del sueño.

Tener paciencia y tomárselo un poco a broma, es un buen contexto para resolver todos los problemas, también los del sueño.

ODH: La obesidad es uno de nuestros nuevos problemas de salud, ¿cómo influye en nuestros problemas de conducta?

F.S.: La obesidad es un problema de salud física pues con el tiempo produce graves problemas de salud, especialmente problemas cardiovasculares: infartos de miocardio y accidentes vasculares cerebrales.

Pero también produce afectaciones articulares que producen dolor crónico, y disminuyen la calidad de vida. Pero también afecta a la salud mental, pues produce una disminución de la autoestima que se acompaña de ansiedad y depresión.

La obesidad supone una conducta alimentaria inadecuada y un nivel de actividad reducido que se denomina sedentarismo. Esta conducta se relaciona siempre con un determinado modo de ser, que tiene algunas características negativas. En general, se trata de personas con un nivel de ansiedad alto habitual, que se suele denominar estrés. Estas personas utilizan la boca para neutralizar la ansiedad: morderse las uñas, fumar, beber, hablar, comer.

Además, son personas con gran sensibilidad emocional, que les lleva a padecer emociones y sentimientos negativos, que impulsan a realizar conductas gratificantes, como la comida, para sentirse bien y evadirse de los afectos negativos. Si no se modifica esa manera de ser, el problema de la sobre-ingesta y del sedentarismo no se resuelve y la obesidad se hace crónica.

ODH: Desde su punto de vista, ¿cuáles son las grandes enfermedades que sufre la sociedad moderna?, ¿su recomendación para paliar los daños de esas “dolencias”?

F.S.: No es fácil dar una respuesta a esta pregunta. Parece que los medios de comunicación repiten una y otra vez que los expertos dicen que “el estrés” es la enfermedad de moda. A mí también me parece que es un problema serio y muy extendido, que produce muchos problemas de salud física y psíquica. Hay muchas enfermedades llamadas psicosomáticas que tienen que ver con el estrés crónico: hipertensión arterial, cefaleas de tensión, dolores de espalda crónicos, gastritis, alteraciones cutáneas, fibromialgia. Los problemas psíquicos más frecuentes relacionados con el estrés son el insomnio, la depresión y las crisis de pánico.

Cada vez hay más información para que la gente se relaje y deje de tener estrés, pero me parece más importante que la relajación no estresarse tanto. Para ello recomiendo evitar las prisas, los enfados, las preocupaciones (hay que ocuparse) y los miedos. Estas son las razones psicológicas más frecuentes del estrés crónico.

ODH: Nuestra revista está dirigida a los profesionales de odontología y estomatología, ¿qué recomendaciones les daría para aliviar las fobias y miedos de sus pacientes ante tratamientos que deben seguir para curar sus dolencias dentales?

F.S.: Que se entrenen todos los días en quitar el miedo a sufrir. Todos los días hay 6 ó 7 situaciones desagradables, molestas, que hacen sufrir.

Hay que aprovecharlas para llevarlas con buen humor –poner buena cara al mal tiempo–, y así hacer callo o habituarse a sufrir para no sufrir tanto cuando llegan las situaciones de sufrimiento físico, por las enfermedades físicas y por los problemas de la vida.

Este saber sufrir se ha llamado en épocas anteriores resignación cristiana, tolerancia a la frustración. Ahora se llama “resiliencia”. Y se consigue sufriendo sin quejas, lamentos, enfados ni tristezas interiores, cuando se sufre. Así pues, hay que tener una visión positiva del sufrimiento, que consiste en tomarlo como una oportunidad para hacerse fuerte psicológicamente