El suicidio en los adolescentes

Hace unas semanas nos conmovió la noticia de dos parejas de jóvenes adolescentes que se suicidaron arrojándose de un puente. El suicidio siempre produce un fuerte impacto emocional en cualquier persona mentalmente sana que es testigo o tiene noticia de él.Es tan fuerte el amor a la propia vida, a la salud, al Yo autoconsciente; es tan grande el anhelo de inmortalidad que encerramos en lo profundo de nuestro ser (es lo que llamamos instinto de conservación), que al ver como algunas personas se quitan la vida nos llena de asombro y perplejidad, y sin quererlo surge en nosotros con vehemencia un interrogante: ¿por qué?, ¿cómo es posible? Si esto es así en cualquier suicidio, es aún más notable en los suicidios de gente joven.

Así como cuando un adversario político defiende sus ideas, o cuando un aficionado de un equipo deportivo adversario al nuestro dice que su equipo es el mejor,  surge dentro de nuestro ánimo un sentimiento de enfado y de rencor contra él por contrariar nuestras convicciones; también frente a un suicidio surge en nosotros, después del asombro y la confusión inicial, una especie de disgusto, de rencor contra el suicida por ir contra la corriente, contra ese anhelo de inmortalidad que todos llevamos dentro; y descargando la responsabilidad en el suicida pasamos página y procuramos olvidarlos.

Los profesionales de la salud mental ante los suicidios, y muy especialmente ante el suicidio de los jóvenes, pensamos que tenemos una parte de culpa por no haber detectado los signos y síntomas presuicidas o por no haber prevenido el suicidio. La tasa de suicidios viene siendo considerada como un indicador más del nivel de salud de una comunidad, de aquí ese sentido de responsabilidad que surge en los profesionales de la salud, aunque seamos conscientes de no ser los únicos responsables.

Epidemiología del suicidio

Desde los años 50, en Europa y Norteamérica -el primer mundo de desarrollo-, la tasa de suicidios no ha dejado de aumentar, inicialmente por el aumento de suicidios entre los jóvenes, y desde los años 70 por el aumento de la tasa de suicidios entre los ancianos (mayores de 65 años). Algunos autores ponen en relación este aumento de los suicidios con el aumento de depresiones en estos grupos de población.

Dentro de Europa la tasa de suicidios varía mucho de unos países a otros, algo lógico por las diferencias de creencias, clima, y nivel sociocultural de unos países a otros. La Oficina Regional para Europa de la OMS viene dando una cifras de suicidios oficiales que oscilan entre 3 y 45 por cada 100.000 habitantes.

En España se tiene la fuerte sospecha que las cifras oficiales de suicidios son poco fiables y entre 2 ó 3 veces más bajas que las cifras reales, debido a la tendencia a silenciar o encubrir estas muertes para evitar las negativas implicaciones sociales y emocionales entre los familiares y conocidos. La tasa oficial de suicidios en nuestro país es de 4 por cada 100.000 habitantes; siendo más frecuente entre los varones (3 varones por cada mujer); en la década de los 60 de la vida y con un estado civil distinto al de casado (soltero, separado-divorciado o viudo). El método de suicidio más empleado pertenece a los llamados “métodos duros” (de alta probabilidadde éxito): ahorcamiento, precipitación al vacio, ahogamiento y arma de fuego. La época del año en que se dan más suicidios es la primavera seguida del verano.

En los estudios estadísticos de la población de suicidas aparecen de modo repetido algunas características asociadas con esta conducta, y que pueden considerarse factores de riesgo suicida: la situación laboral (jubilación y de paro), los antecedentes psiquiátricos personales (depresión, esquizofrenia, alcoholismo, trastornos de personalidad), enfermedades somáticas crónicas e incapacitantes o malignas, y los conflictos sentimentales y familiares.

Suicidio en los jóvenes

En nuestro país la tasa de suicidios entre los jóvenes varía según la edad. Hasta los 12 años (la infancia) dicha tasa es de 0,04 por 100.000 habitantes, entre los 13 y 19 años (adolescencia) es de 1 por 100.000 habitantes, y entre los 20 y los 30 años es de 5 por 100.000 habitantes. En los 20 últimos años se observa un ligero incremento de suicidios infanto-juveniles, a expensas de los suicidios de individuos mayores de 13 años, de tal manera que la tasa de suicicios de adolescentes entre 15 y 19 años es casi la misma que la tasa de suicidios de la población general.

El 70% de los jóvenes que se suicidan son varones y el 30% mujeres. Los porcentajes por sexo son inversos en el caso de intentos de suicidio o parasuicidios, pues el 80% de los suicidios no consumados se dan en mujeres.

Los factores de riesdo que aparecen con más frecuencia asociados al sucidio de los jóvenes son: un bajo grado de comunicación interpersonal (la soledad afectiva o social) y la inmadurez cognitiva y afectiva (cuya característica más relevante en relación al suicidio es la baja tolerancia a la frustración).

Los factores desencadenantes o precipitantes habituales de la conducta suicida de los jóvenes son: los problemas familiares, dificultades disciplinares (que conllevan humillaciones), los conflictos escolares, los problemas afectivos y el contagio informativo. El suicidio relacionado con estas situaciones pone de manifiesto, como ha señalado algún autor, que estos jóvenes reaccionan ante el estrés de manera principalmente emocional (-reacciones afectivas negativas-) más que con estrategias cognitivas de resolución de problemas. Es decir, estos jóvenes, ante el estrés que  producen los problemas, tienden a reaccionar deprimiéndose y angustiándose más que sintiéndose estimulados a resolver un reto que les presenta la vida. Algunos autores atribuyen este modo negativo de reaccionar a una educación infantil sobreprotectora.

El método de suicidio más utilizado por los jóvenes es el mismo que el de los adultos: el ahorcamiento. Pero hay ligeras diferencias según el sexo, entre los chicos son más frecuente el ahorcamiento y la defenestración, mientras que las chicas se suicidan con más frecuencia precipitándose al vacio y por medio de intoxicación con gases o tóxicos   -especialmente con fármacos-.

En un 50% de los jóvenes suicidas se encuentran antecedentes psiquiátricos personales. Las patologías más frecuentes son: trastornos de personalidad con un bajo control emocional (personalidades límites, impulsivas, antisociales), alcoholismo y drogodependencias, esquizofrenia, depresiones y trastornos de personalidad con mala integración social (personalidades esquizoides, esquizotípicas, paranoides, evitativas, etc). En los adultos que se suicidan los antecedentes psiquiátricos aparecen en un 90% de los casos.

El gran maestro de la psiquiatría infantil, Ajuriaguerra, señala que el acto suicida de los jóvenes suele tener cuatro significados psicopatológicos: 1) puede ser una reacción de huida o de evitación de los problemas, 2) puede ser una busqueda de atención o cariño por parte de las personas de su entorno, 3) puede ser una agresión psicológica hacia los causantes de su frustración o una autoagresión como castigo para anular el sentimiento de culpa derivado del fracaso o error en la consecución de una meta personal o social, 4) puede ser una manera de lograr una unión simbólica y definitiva con un ser querido más alla de la muerte.

Prevención del suicidio de los jóvenes

A tenor de la alta relación entre patología psiquiátrica y suicidio, un primer e importante método de prevención del suicidio es el diagnóstico precoz y el tratamiento de esas enfermedades mentales que pueden conducir al suicidio. Cuando en el curso de uno de estos cuadros psicopatológicos aparecen ideas y planes de suicidio, algo que siempre se debe investigar sin temores, se debe proceder a un ingreso en una unidad de salud mental con medidas de vigilancia y prevención de conductas autolesivas. Si no fuese  posible el ingreso, o hasta que éste se lleve a cabo, es necesaria una vigilancia estrecha  por los familiares del paciente.

En el caso de los suicidios de jóvenes, al ser menor la relación del suicidio con enfermedades mentales (el 50% frente al 90% en los adultos), y al aparecer otros factores o características personales (baja tolerancia a la frustración, impulsividad, inestabilidad emocional) relacionados con el suicidio, la prevención debe ir encaminada a metas tangenciales al propio suicidio como puede ser una educación que entrene a los jóvenes a resolver problemas existenciales en vez de huir de ellos; que aumente la resistencia  psicológica al estrés, a la frustación, al fracaso y al sufrimiento; que desarrolle la flexibilidad del carácter que facilita la adaptación sin tensiones a la variabilidad de la vida personal y hace que la inteligencia práctica encuentre con más facilidad caminos alternativos para conseguir una meta deseada cuando se cierran los que se estaban siguiendo en un momento dado; que prime como valor enriquecedor y de madurez la capacidad de lucha ante las dificultades y la asimilación sin traumas del fracaso  circunstancial (el fracaso de hoy, si se sabe aceptar con espíritu deportivo, puede ser el éxito personal de mañana).

En este proceso educativo encaminado a “inmunizar”, a incrementar la resistencia personal ante las dificultades de la vida tienen un papel especialmente relevante  los padres, los maestros y los creadores de héroes de la literatura y del cine dirigido a los jóvenes. Por una parte los padres, llevados por un mal entendido amor por sus hijos, evitan por todos los medios que sus hijos sufran física o psicológicamente durante la infancia mediante el alivio inmediato de sus mínimas necesidades o caprichos, así consiguen que sus hijos acaben siendo como plantas de invernadero o como pajarillos de jaula indefensos frente a las inclemencias de la vida ordinaria. Los maestros, por una profunda crisis de autoridad y un excesivo temor a traumar psicológicamente a sus alumnos, evitan la necesaria exigencia académica que temple sus personalidades. Por último, con alguna frecuencia los héroes de los comics, de los dibujos animados, de las películas infantiles están adornados de características mágicas y sobrehumanas imposibles de alcanzar en la vida real, por lo que los niños que tratan de emular a estos héroes están abocados al fracaso y por lo tanto a la frustración. Sería mejor adornar a los héroes con esas características personales que más arriba hemos señalado como armas para evitar las reacciones de huidas (como el suicidio) ante las contrariedades de la vida.