Autor: Revista “Hacer Familia” / Marisol Nuevo Espín
Entrevista Fernando Sarráis sobre su libro “El Diálogo”
El diálogo con la familia
-
¿Cómo podemos crear un buen clima de diálogo en casa?
Es difícil dar una receta con ingredientes concreto. Es más fácil dar ideas madres o básicas. En general, el signo positivo suma y el negativo resta. Por esto, el ambiente ideal en toda relación entre personas es el ambiente positivo, que depende de la afectividad positiva, es decir, de que las personas que se relacionan tengan emociones y sentimientos positivos. Los afectos positivos fundamentales son la paz (calma, tranquilidad, sosiego) y la alegría (el buen humor).
Los afectos positivos surgen y se mantienen en un contexto de amor, dado y recibido. Los afectos negativos surgen cuando las personas sufren. Las personas que se aman se esfuerzan por hacer sentirse bien a los demás, que se concreta en el respeto a lo que dicen, en una escucha interesada; en el ejercicio de la sinceridad, lealtad, prudencia; y en el respeto a la libertad de los demás, que se manifiesta en evitar manipular, someter o convencer a la fuerza de las propias opiniones.
-
¿Cuál es la clave para que mantener a lo largo del tiempo en una relación de pareja la confianza en la comunicación?
Yo diría que mantener el amor de los comienzos, es decir, seguir siendo novios toda la vida. Dialogar y tratar al otro como cuando se era novio y todo iba bien. Y en relación con ese amor inicial, mantener la admiración y el respeto. Cuando se pierde la admiración y el respeto es más fácil maltratar a los demás y hacerle sufrir, con el riesgo de apagar su amor.
Como la admiración y el amor surgen ante lo bueno y lo valioso, para mantener el amor de los comienzos hay que mirar a los demás por la parte bonita, es decir, contemplar las cosas buenas de los seres queridos, evitando obsesionarse con sus defectos. También conviene que cada uno luche por mantener y mejorar las características positivas personales, y adquirir otras, para facilitar al otro que nos admire y ame.
Cuando dos personas se aman, surge en ellas la confianza mutua, pues no se teme sufrir daño por parte del otro. Por lo tanto, esa confianza, y el amor en el que se apoya, van disminuyendo con la frecuencia e intensidad con que se da el daño mutuo.
La confianza no supone decir o mostrar las cosas negativas, que van a hacer sufrir al otro, que nos quiere y puede inducirle a cortar con la comunicación; sino lo positivo, que hace sentir bien al otro y le predispone a seguir interesándose por la comunicación. Esta comunicación selectiva supone poseer la virtud de la prudencia, que lleva a pensar lo que conviene contar antes de hablar.
-
¿Cómo crear esa confianza en los hijos para que nos cuenten sus cosas?
Si hubiese que decir una sola condición, diría que “el respeto”. Es verdad que el respeto deriva de la admiración y ésta tiene relación con el amor. Cuando se respeta a alguien se le trata bien, se le escucha y se aceptan sus ideas, ilusiones y decisiones. De esta manera se inspira confianza en los hijos, pues la confianza no se puede imponer.
Cuando no se respeta a una persona, cuesta mucho vivir todo lo anterior, y es frecuente que se instrumentalice a la otra persona para el propio bienestar.
Otras dos condiciones que ayudan a desarrollar la confianza son la sinceridad y la lealtad. Nadie se fía de los mentirosos y ni de los traidores, que no son leales y traicionan la confianza contando lo que les han contado en confidencia o usándolo para hacer daño cuando surgen los conflictos.
-
En la actualidad, coexisten diferentes modelos de familia, ¿qué denominador común debería tener la comunicación con los hijos en todas ellas?
Primero que sea humana, es decir, que sea una comunicación de personas, no de máquinas, y, por lo tanto, ha de ser un darse a conocer mutuo, no solo una información de aspectos periféricos o superficiales. Y lo más humano es el mundo interior: ideas, sentimientos, ilusiones, deseos, anhelos, amores. Así pues, en el diálogo se debe hablar con sinceridad de como estamos por dentro, sobre todo de los aspectos positivos para hacer que se sientan bien los que escuchan. Así, evitaremos ser aburridos, monótonos, quejicas, nostálgicos, amargados; y los demás querrán escucharnos y estar con nosotros.
Segundo que se de siempre prioridad al otro. Esto supone interés verdadero por el otro, que es más fácil si se le quiere y respeta. La comunicación egocéntrica, egoísta, narcisista es insufrible y está condenada a morir.
El diálogo con uno mismo
-
¿Cómo evitar autoengañarnos y elevar la autoestima?
Mentimos cuando tenemos miedo a sufrir y tratamos de evitar ese sufrimiento con una mentira. En esas ocasiones no actuamos según la razón y la voluntad, que siempre quieren el bien, y, por tanto, la verdad y la sinceridad. Es preciso entrenar la voluntad para que controle la afectividad y no permita que el miedo nos impulse a mentir a los demás y a nosotros mismos.
Generalmente, el autoengaño suele ser consecuencia de haber engañado a los demás con anterioridad. Así pues, hay dos antídotos para evitar mentir: aprender a sufrir con buen humor, para ser valiente y no temer sufrir por la verdad, y tener un firme proyecto de persona interior buena y verdadera, que hará que muchas personas nos quieran y, como consecuencia de ese cariño, seremos felices. Además, siendo buenos y auténticos (sinceros) la autoestima aumenta y es más fácil querernos a nosotros mismos y vivir con paz interior.
-
¿Qué tiene prioridad la cabeza o el corazón cuando nos dictan cosas distintas?
Hay dos cualidades específicas del ser humano: la razón y la libertad (que es una cualidad de la voluntad). Y estas dos cualidades son consideradas propias de la cabeza, que ha de dirigir la vida interior y la conducta de toda persona para acertar en el modo de vivir lo más feliz posible en esta vida.
El corazón se considera sinónimo de la afectividad, que busca sentirse bien o dejar de sentirse mal en el momento presente, aunque para ello impulse a actuar en contra de la razón. Así se consigue sentirse bien a corto plazo, pero se es infeliz a medio y largo plazo.
Así pues, en el ser humano lo prioritario es la cabeza. Y, como el objetivo prioritario de la cabeza es la felicidad de la persona entera, debe luchar cada día por lograr una armonía jerárquica entre la cabeza (razón y voluntad) y el corazón (afectividad), pues los conflictos y divisiones interiores producen angustia y debilidad, y causan enfermedades mentales y dificultan alcanzar la felicidad. Para lograr con éxito ese objetivo necesita bueno modelos en su entorno y un estímulo continuo por parte de los educadores. Alcanzar ese equilibrio o armonía entre cabeza y corazón es ser psicológicamente maduro.
-
¿Cómo nos puede ayudar la psicología positiva a mejorar el diálogo con nosotros mismos?
La psicología positiva tiene como objetivo promover la adquisición y desarrollo de los aspectos y cualidades positivas del ser humano, para ayudarle a ser feliz y hacer feliz a los demás. Por eso está dado un impulso al estudio de la creatividad, la autonomía, la empatía, el altruismo, la resiliencia, la asertividad, etc.
Esta rama de la psicología está ayudando a resaltar el aspecto interior de la personal -la personalidad- en la educación familiar y escolar, para conseguir personas maduras y felices. De esta forma se contrapesa el gran interés que en la sociedad actual tiene la preocupación por lograr un cuerpo ideal.