El sentido del sufrimiento

Educación en la adversidad

El ser humano nace con el objetivo de ser feliz, y así hacer feliz a los demás. La felicidad es consecuencia del amor. Estamos hechos para amar y ser amados. El amor es un acto de la voluntad, que también se llama querer. Pero cuando se ama se sufre. El amor es como una moneda de dos caras: una de felicidad y otra de sufrimiento. De aquí que se pueda medir la intensidad del amor por la magnitud de sacrificio que se hace por lo que se quiere.

Si no se aprende a sufrir con buen ánimo, como dice el refrán: “poniendo buena cara al mal tiempo”. El miedo a sufrir con el que nacemos, y que tiene la finalidad de avisarnos de los peligros –que hacen sufrir- e impulsarnos a evitarlos, va creciendo y expandiéndose a muchas cosas y situaciones, presentes y futuras, reales e imaginarias, que llega al pánico que impulsa a la huida por ser insoportable y produce fobias. Sólo se puede quitar el miedo a algo que hace sufrir enfrentándose a lo que produce sufrimiento no huyendo, siempre que la razón juzgue que hay que hay que quitar ese miedo. El miedo dificulta, y puede impedir o matar el amor por el sufrimiento que le acompaña.

Si no se aprende a sufrir con buen ánimo, con tolerancia a la frustración, o con resiliencia como se dice ahora, desde niño, resulta mucho más difícil, o casi imposible, hacerlo de mayor. Por esta razón, los educadores –padres y maestros-, deben tener este objetivo entre los más importantes de su tarea educadora, y para ello han dejar que los niños sufran lo que deben sufrir en su vida ordinaria, estimulándoles –de palabra y con el ejemplo- a que lo hagan con buen humor, que supone evitar las quejas, los lamentos, los enfados y las tristezas cuando se sufre.

Lo anterior puede parecer antinatural a primera vista, pero es lo que ocurre muchas veces en la vida adulta para conseguir destacar en el deporte, en la profesión o para formar parte de un cuerpo policial o militar de élite, y en general para poder conseguir cosas valiosas, como dice el refrán: “el que algo quiere, algo le cuesta”. Así pues, lo mismo se exige para ser maduro y feliz en la vida, que es lo más importante.